30/10/08

Viajeros

El 24 de Julio del 2008 salía desde Arlanda ( Estocolmo-Suecia) con destino a Málaga-España, hacía ya largo tiempo que no viajaba en avión, y confieso que no resulta del todo fácil, pues una sensación de stress interminable me produce el subir y bajar en los aeropuertos. No imaginan con que alegría celebro los aterrizajes y con que ganas correr por los pasillos en busca del suelo seguro.
Un viaje de casi cuatro horas
Por la tarde, luego de haber llegado al sofocante calor malagueño, y un paseo en el sauna de un automotor para llegar a la Terminal de autobuses.
De dispuse un interprovincial, esta vez hasta Sevilla en la misma tierra Andaluza. Para deleitar con los paisajes y esas casitas blancas que tanto adornan los sembradíos de olivos.
Mi encuentro con el ambiente idiomático era agradable a mis oídos, el simple hecho de escuchar los vocablos de mi lengua materna, hacían mucho más fáciles mis pasos en territorio peninsular.
Terminal Plaza de Armas en pleno corazón del más grande río que caracteriza a Sevilla, y de ahí rumbo al Hotel Manzano...
Casi las nueve de la noche con un sol que nada envidiaba a una de las mejores tardes del midsommar sueco, y previo paso por una rica bañera de aguas renovadoras, me dispuse a caminar de nuevo por las calles de Sevilla, en dirección al puente que conduce al famoso sector de la Triana, que muy favorable a mi suerte esos días, celebraban las fiestas patronales en honor a Triana.
Mujeres bellas como todas las andaluzas, con sus peinados almidonados y sus vestidos multicolor es, se lucían con todo esplendor al paso de los miles de visitantes allí concentrados. Los idiomas se mezclaban entre el bullicio del flamenco y las sevillanas.
Junto al río, una larga calle convertida en un festival de comidas, bebidas, trajes alegóricos, y un pueblo desbordado en la alegría de compartir, para mostrar al visitante como se venera en España a sus santos patrones.
Entre cervezas y cervezas, las infalibles tapas, y luego un paseo tropical con los mojitos, los rones del Caribe y la música universal de la salsa.
Caminos, calles, paseos, bullicio, colores de artificio inundando el cielo de múltiples colores. la magia estaba en mí... Y yo pensando en mi gente...Pero alegre porque a mi lado estaba ella, caminando y observando mi forma de vivir y de convivir con mi raza, con mi idioma, con una parte de mí que se ha negado a morir. Mi lengua. estaba en mis mejores momentos, lejos del suelo amado de Suecia...
En ese encuentro que habíamos esperado por tantos años, cuando nos conocimos en uno de mis tantos viajes por el Mar Báltico, buscando material e inspiración para seguir escribiendo " mis sueños ". Luego de tantas llamadas telefónicas, del inmenso caudal de tinta que corrió sobre los cerros de cartas que nos habíamos enviado desde hace cuatro años, cuando nos miramos a los ojos y nos amamos para siempre...
Tomada de mi mano, escuchando con detalles cada uno de mis comentarios, dejando que mi vocabulario fuera aún más rico y amplio, cuando comentaba con cualquier desconocido, cuando los cruces de miradas con otras personas, nos decíamos que también eramos extranjeros en la tierra de Sevilla, pero cuanto estábamos disfrutando ese idilio...
Estonia, nos había negado la posibilidad de un reencuentro, allá quedaron nuestras oraciones, en el puente de los candados, lo mismo sucedió en Helsinki, donde nunca se concretó el baile y el paseo por San Petersburgo y sus museos que en silencio recorrí, añorando su presencia.
Escandinava de ojos claros, ahora de mi brazo, caminando en mi andar, al mismo ritmo y en la misma dirección... el cielo a nuestra disposición...Regalamos mil sonrisas a las gentes. Y ellos complices de nuestra alegría nos dieron bendiciones...
llegada la madrugada en la suavidad de un aire puro que infla los pulmones de respiraciones que fortalecen el alma, nos fuimos a nuestra alcoba, para seguir amándonos, y los trofeos se sucedieron uno tras otros, sin cuentas, solo alaridos que deleitaban unos corazones henchidos de placer.
La mañana pronto hizo presencia pues el mundanal ruido de calles y peatones, nos despertó e invito a disfrutar de la Ciudad ahora despierta en sus comercios, en sus carruajes, en sus ambulantes vendedores de diferentes nacionalidades.
Ricos desayunos, con buenos jugos de frutas naturales y luego un paseo por la Catedral de Sevilla, con una interminable escalera que nos llevó a los más alto de la torre, para desde allí divisar los techos de tejas, las piscinas en las azoteas, las múltiples iglesias, plaza de toros y minúsculos caminantes por las estrechas calles de adoquines. Un paseo en una especie de Tranvías nos dejó a medio día sin gentes en sus calles y unos bares a reventar de visitantes.
Tintos de verano, lo mejor que habían inventado para soportar el calor, casi los 45 grados. Comidas, cervezas y de nuevo al bullicio de los comercios.
Previo paso por algunas tiendas de zapatos y ropas más livianas, nos regresamos al Hotel para darnos una fiesta de agua y de sexo... Y la dosis siguió en la misma onda de la madrugada. No había compasión con los años ni con mis kilos de más. Pero ahí estaba el latino dejando en alto su raza y virilidad.
Ya entrada las nueve de la noche, hicimos un paseo en dirección contraria al día anterior, bordeamos el río por el otro extremo, y nos ubicamos en un bar estilo hindú, donde destacaban muebles, vasijas, columpios, sillas y mesas exóticas. Sumado a ello la brisa del caudaloso río y las palmeras que decoraban el lugar... Cervezas y tapas dieron la bienvenida a la noche.
Caminamos por el empedrado de calles de antaño en la Sevilla de hoy, que cual reliquia son cuidadas, y nos topamos con más gentes, nos comentaron sobre sus famosas fiestas, sus bailes, sus concursos y su fe cristiana.
Nuevamente en La Triana, la algarabía estaba en pleno auge... Mojitos, Ginebra, y comidas... En un escenario se daban cita para la competencia oficial de Sevillanas, hombres y mujeres de todas las edades competían por los trofeos... pero que impactó más grato fue ver bailar a una pareja de competidores con el síndrome de Down. Premio y mención especial, sumado a un interminable sonidos de aplausos que duraron varios minutos...
En los espectadores Odelé y Matías, un matrimonio francés de apenas 24 años... Ella era hermosa, guapa y de aspecto angelical...
Se nos presentó una despeinada mujer, que pidió compartir nuestra mesa... Gustoso accedí, le brinde una cerveza, tenía aspecto de cansada, y quizás un poco enferma, entendimos cuando pidió permiso para fumar... hablamos en español, resultó ser una luchadora social de los derechos humanos en el mundo...antropólogo y socióloga en Baviera-Alemania. Katherine su nombre, recuerdo que tomé un libro que llevaba consigo y le escribí un acróstico... Un par de cervezas y muchos cigarros, nos marcaron horas de anécdotas con una linda desconocida.
Los franceses sabían que existía un lugar donde bailar salsa...preguntando se llega a Roma y luego de varias cuadras, llegamos a " Caña de azúcar "..
Gitanas, latinas, turistas mezclados al ritmo candente de la salsa y el merengue. Más roncito con hielo, mas alegría al cuerpo... Un par de bellas mujeres sevillanas se unió para bailar. La gracia resultó intensa...Compartimos la mesa y muchos tragos, se sumaron en los bailes con la gente caribeña que visitaba el lugar...
Cinco de la mañana y las ganas de vivir intensa mente estaban como si fuera de día... Vestido de inmaculado color blanco decidí el regreso al ritual, un hotel bendito nos esperaba, había que aprovechar de cabalgar, como había sido el sueño de muchos años...La adrenalina se manifestaba en el torrente etílico que hinchaba las venas en las ganas de amar. Hasta que la saciedad nos invitara a un reparador descanso de un par de horas.
El trinar de múltiples y agradables sonidos en el jardín interior del hotel, nos señalaban que el día sábado esta casi a medio día en punto, hora precisa de comenzar los trabajos de recorrer las calles, las avenidas, buscar tiendas y mirar entre la gente.
Las famosas tiendas donde resalta el color verde de Pablo Neruda, el Corte Inglés, en cuyas impresionantes estanterías estaba todo cuanto uno quisiera o mejor dicho pudiera comprar. Mi debilidad por lo zapatos hizo registrar la tienda y darme un festín de variados tipos de mocasines, deportivos, casuales y los de etiquetas. Lo mismo con la ropa de vestir, los presentes para mi hijita, recuerdos variados, para los amigos incluidas las postales y algún que otro engaño perfumado. Era inevitable pasar por el sector dedicado a la música, dvd`s y libros en general. Los precios nos favorecían pues los españoles hace largo rato ya venían anunciando la crisis, pues la paralización de la construcción era un signo evidente que la economía venía en picada de zamuro.
Almuerzo directos del mar, con ese sabor a mar mediterráneo, un rico y helado vino blanco para luego saborear helados de los más variados colores.
La tarde sabática no tardó en llegar, de vuelta en el hotel, previo descanso nos sumimos en el ritual de la entrega mutua, de gemidos, de incontrolable furia de arrebatos y caricias. El mundo era nuestro...lejos del báltico polar.
Luego del descanso generador de energía, nos dispusimos a pasearnos sin rumbo, mi brújula mental indicaba si seguíamos por la avenida en dirección al sur, siempre llegaría a las orillas del río Guadalquivir, en vista de la larga caminata decidí pedir ayuda pues no veía que el majestuoso navegable no aparecía. En verdad había caminado desorientado por muchas cuadras, no obstante, no había prisa, retornamos en la dirección correcta y por esas circunstancias tan propias de los peregrinos pudimos llegar a una especie de casino, en que había convertido la entrada principal de un castillo medieval. En nuestra condición de turistas, se nos brindó la entrada y nos hallábamos bajo un festival e luces en medio de un bosque natural, pequeños caminos, invitaban a solitarios parajes donde platicar. Árabes de distintos países lucían sus túnicas y sus lindas y muchas mujeres, sin dejar de mencionar la cantidad de artistas y gente ligada a la farándula de la televisión y el cine... Sin saberlo, no habíamos metido en la crema y nata de la noche ibérica. La música comenzó con un espectáculo propio de la tierra andaluz y luego las rumbas, paso dobles, y un paseo por el Caribe salsero de los Van Van, Oscar de León, Marc Anthony y la India de Nueva York.
Cada quien en su trinchera y en su onda se divertía a sus anchas, gente estrafalaria en su modo de vestir, se conjugaban con aquellos vestidos de smoking y trajes de fiestas de fosforescentes colores. Seda, joyas, glamour, drogas, travestis, putas y maricones. Confundidos en la claridad de la noche en medio del verdor teñido de luces azules, que nacían de las entrañas de las raices que indicaban lo antiguo del lugar.
De regreso, nos dispusimos a pasar por un restauran árabe, había sido tanta la cantidad de Jeques, que nos quedó la sensación de haber visitado Egipto, los Emiratos Arabaes o Dubai... Nos dimos un festín de pequeñas porciones de sus comidas, pero siempre saboreando los mojitos y el oloroso ron cubano.
Nuevamente en el corazón de Triana, dispuesto a pasar el puente que lo une con el centro de Sevilla. en el camino se nos acercó una mujer de aspecto cansado, pidió cigarro, en su lugar le invité unas cervezas con tal que nos acompañara a la fiesta. Se colgaba una y otra vez de mis brazos, queriendo decirme algo, que solo consiguió ya pasada las seis cervezas... Era lesbiana, pero le gustaría pasar una relación de tres. Por supuesto, la respuesta fue una rotunda negativa... Nosotros habíamos esperado por años un encuentro lejos de Estonia, para perder la magia tan pura que estábamos viviendo.
Decidimos partir rumbo al templo sagrado de nuestros deseos y ahí dimos riendas sueltas a nuestros libidinosos apetitos. En la soledad de aquel recinto, abrazados en la quietud de la noche, nuestros cuerpos danzaban en perfecta armonía, y los gritos del alma se sucedían como los minutos, unos tras otro, en una paz espiritual que nos venía del puente de los enamorados, donde nos habíamos jurado amor eterno.
Domingo tipo diez de la mañana, nuevamente en pie de lucha y de caminos nos dispusimos hacer una visita a la Plaza de Toros y el Mueso Taurino, el calor era insoportable, y las botellas de agua se bebían en abrir y cerrar de ojos. Un inmenso jardín custodiado por una impresionante muralla de siete metros de altura, nos conduciría al barrio de Santa Ana, podríamos decir, la ciudad vieja o de tipo colonial, donde con alegría pude visitar el mini-Hospital de los Venerables Sacerdotes. La torre del oro, su museo marino y una impresionante vista del Guadalquivir.
Toda la belleza nos embriagaba de sentimientos de alegría, era una realidad sabernos felices, caminar bajo las inclemencias del padre sol, pero protegidos en el verdor de la madre naturaleza, nos encontramos ante la maravillosa e inolvidable Plaza de España, cientos de metros de un Castillo Feudal, que ahora convertido en oficinas ministeriales, dejaban atónitos a los visitantes... Una inmensa plaza de agua en el centro del recinto pavimentado, y dos torres en los extremos, invitaban al paseo obligado para disfrutar cada metro cuadrado de exquisita arquitectura árabe en su largo refugio en tierras españolas. Escaleras, pedestales, mármol, cerámicas, colores de variados matices y una colección de Mosaicos mostraban al mundo turístico allí reunido el por qué de su nombre. Plaza España, nombre las principales ciudades con sus respectivos escudos de armas y las fechas de sus independencias. Imposible describir tanta historia, y otras miles que imaginación alguna podría inventar.
Petra se nos acercó para pedirnos le hiciéramos una foto, con el color de sus ojos y su mirada profunda , era imposible no atender su pedido. Igualmente aproveché la ocasión para dejarla en mis recuerdos de aquella visita que jamás olvidaré a un recinto lleno de raíces árabes.
Ya se nos vino la noche encima, el día había sido agitado y nuestros pies pedían a gritos un descanso. Una botella de vino, acompañó varias tapas de ricos y variados quesos ibéricos, sin dejar de lado los productos porcinos de tanta calidad y reconocimiento mundial.
Nos dispusimos en una rápida acción a preparar el siguiente día. Nos dejamos un espacio para el amor, que nos sorprendió cuando ya era la hora de levantarnos a las cinco de la mañana del día lunes.
Salimos del terminal del centro, cerca del tranvía y Santa Ana, rumbo a la tierra de Granada, en un viaje de cerca de tres horas pudimos medio descansar, pues la belleza del paisaje, sembrados interminables de olivos, nos dejaban de manifiesto la calidad de aceites que se producen en casi toda España a la par de sus ricos viñedos y hortalizas mediterráneas.
Un Hotel a escasos minutos de La Alhambra, fue la recomendación del guía turístico de la terminal de buses. Así que subir, dejar las maletas y cambiarnos de ropas más cómodas, fue cuestión de minutos. Pasamos por el Bodegón de Casa Vieja, donde nos recomendaron sopa de gazpacho, tantas veces había oído ese bendito plato y mayor la desilusión al saber que se bebía frío... No obstante, pedimos un par de resueltos sandwich de jamón serrano y nos fuimos en un ómnibus rumbo al más grade de todos los templos espirituales que he visitado en mi peregrinar, La Alhambra.
Cientos de turistas locales y del mundo haciendo colas para la compra de billetes y esperar el turno respectivo... No había prisa de nuestro lado, estábamos ahí, para seguir cumpliendo los sueños, para seguir agradeciendo al Padre Mayor esas bendiciones.. Nuestros ruegos y sobretodo los mios habían tenido respuesta. Cuánto soñe volver a estar en ese recinto... Cuántas veces había pedido estar con mis hijos en esos territorios. Ya habían pasado más de cuatro años en que paseando cada metro cuadrado de ese territorio mencioné a mis hijos, invocando para ellos Paz y Felicidad en sus corazones.
A las 14.00 horas se nos dió la entrada... Ella con sus ojos humedecidos, me abrazó porque uno de nuestros sueños estaba siendo una realidad. Tomados de la mano iniciamos el rito de enseñar los momentos mágicos que antaño había vivido en esa espiritualidad.
Cientos de fotos son la evidencia más clara de nuestro paseo por jardines, castillos, ruinas, torres, caidas de agua, escaleras interminables, bajo el inclemente sol de Andalucía que nos abraza y nos sofoca en cada paso de subida hacia las torres, para desde ahí divisarel seco panorama de las montañas, la terminal de trenes, las casas blancas y las cuevas, donde los gitanos deleitan al visitante con sus bailes, sus castañuelas, sus zapatos de tacones que hacen llorar a las tablas en sus danzas entregadas en cuerpo y alma, porque si hay algo que los gitanos llevan en su sangre, es su baile con sentimiento.
Tipo seis de la tarde salimos con destino al centro de la Ciudad. Un rico baño en un jacuzzi, nos abrió los poros del deso para amarnos un rato bajo los relajadores chorros sobre nuestras pieles sumergidas en la espuma que salía, mientras más movimientos dabamos a nuestro accionar ocioso del amor incondicional...
Diez de la noche, caminos por las riberas del otrora rio que rodea las instalaciones feudales de La Alhambra, su color amarillento de vejez, resalta con las luces super puestas en las laderas, para dar más intensidad y maravilla a sus paredes que parecen inalcansables desde ese sitio.
Cantaores, perros, un club de alcohólicos y drogadictos en medio de tanto visitante, pasan inadvertidos. Los juglares hacen sus malabares, mientras otros hacen retratos, cantantes improvisados, que buscan ganar unas monedas para un bocado y la alegría de las noches gitanas.
Griterios, bullicio interminable no hicieron posible un descanso, el hotel estaba demasiado céntrico para nuestra apretada agenda.
Martes 29 salimos bien de mañana, nuestro equipaje era escaso...habíamos dejado el grueso de maletas en Sevilla, pues ella debería volver a Italia y desde allí a Estonia nuevamente. Yo por mi parte traté de ser lo más práctico posible, pues solo había llevado una pequeña maleta...pensaba que compraría ropas más barata en mi viaje, como en efecto resultó ser.
Desde la terminal de Granada a Motril demoramos poco más de una hora, con la suerte del novato, llegamos a un hotel a media cuadra de la playa. Al igual que el día anterior, subir, dejar nuestro equipaje y ponernos ropa de baño, fue cuestión de segundos... A los pocos minutos ya estabamos bajo un Quita sol, recostados en unas comodas sillas de playa con todo el Mediterráneo a nuestra disposición. Una brisa fuerte golpeaba nuestros rostros. Nos bañamos una y otra vez, nos tiramos de bruces al sol y al descanso...propio de las playas, el hambre pronto tocó a nuestros estómagos... Justo al frente de nosotros un restaurant... El chinguirito marino.
El bullicio interior era de fiesta, quizas doscientas feminas, hacían celebraciones de algún club, porque a medida que bebían sus aperitivos, más fuerte hablaban, reían a carcajadas y la música sonaba a medias entre tanta algarabía.
En el menú leí con bastante alegría que preparaban cazón, carne de tiburón, que tantas veces había comído en las Semanas Santas de Venezuela, pedí un plato, pero también me antojé de una paella que decía ser para dos personas pero en realidad era como para diez. Un vino blanco, que llevaba varios dias al frio, nos deleitó el paladar marino conque fuí nutriendo mis fuerzas y preparación para la batalla después de la playa...
De vuelta al agua, la brisa había sosegado las olas del mar, era más agradable estar en el reposo de tan rico almuerzo... seguimos sumergiéndonos en las tibias aguas de la costa blanca.
Ya pasada las siete de la tarde decidimos ir de nuevo al centro de la ciudad de Motril, compramos perfumes, música, videos, ropas menores, un par de bolsos de mano, nos bebimos unos ricos helados de frutas. Paseamos por el parque de la cultura latinoamericana, por la iglesia majestuosa que se alza en la cima de la montaña en pleno centro de la Ciudad.
Por la noche de vuelta en el hotel, nos dimos un largo paseo por el malecón interminable, donde la frescura de la brisa marina, nos llevó muy lejos buscando una salsoteka que nuna encontramos, pero nos sirvió para caminar bajo la mirada complice de la luna y de los cientos de turistas que hacían lo mismo que nosotros, disfrutar del paisaje, del largo boulevard de verdes matizados por flores y palmeras enanas.
El sandwich beach, consitía en Filete de pollo con un rico pan de la casa, además de tomate, quesos, jamones y por supuesto un rico vinito, para irnos a un merecido descanso.
Ya en la tranquilidad de la habitación, donde podiamos escuchar la suavidad de las olas, nos desnudamos en el rito enamorado de nuestros cuerpos para jugar dentro de ella, mientras sus manos se deslizaban por mi espalda y mis cabellos en una interminable repitición de aés...
Un nublado día no fue motivo para no despedirnos del tranquilo mar... El sol aún en espera detrás de las montañas andaluzas, nos permitió compartir con tempraneros pescadores que solo hacen el oficio como un hobbie. Caminamos de la manos, jugando como dos niños, que no quieren mojarse, pero estan en la orilla misma de las aguas espumosas que nos invitan a un chapuzón a esas horas de la mañana. Resistí la tentación y decidí sentarme como ella sumergía su rubia cabellera en el verde-azul de las aguas marinas.
Nos tomamos fotos, en la salida del sol... Hicimos reverencia ante el Padre y agradecimos a Dios una nueva muestra de su misericordia infinita, al dejarnos disfrutar la naturaleza en toda su expresión.
Largos caminos de madera sobre la superficie de arenas, nos dejaron el sabor de una promesa cumplida... En las aguas dejamos las penas, las tristezas y los largos días de espera... El rito se había cumplido tal cual lo habíamos soñado.
Ya a las ocho de la mañana habiamos desayunado y dispusimos salir rumbo al centro para abordar el inter urbano que nos llevaría de nuevo a Granada, había quedado algo por concluir en esa ciudad... Yo debería visitar a mis amigos, pero solo estaba María , una madre orgullosa porque sus retoños triunfaban en distintos lugares del orbe...
Esta vez buscamos un hotel apartado del mundanal ruido del casco central, como en efecto sucedió, en el corazón eclesiástico, cerca de la catedral y del museo donde reposan los restos de los Reyes de España, Fernando e Isabel la Católica.
Después de haber visitado sitios históricos, previo paseo por los comercios informales, mandé a escribir nombres en arabe, imposible huir de esa civilización que con tanta presencia invade a toda España. Detallando los últimos recuerdos para una minúscula maleta y un bolso de mano.
Por la tarde nos encontramos con mi gran amiga María, acompañada por Ana, una de esas mujeres de temple y voz resuelta, que al saludo de dos besos me apretó fuerte la mano... Presente a mi rubia báltica y nos fuimos caminando cerro arriba, bordeando quebradas y siempre frente al impresionante muro de La Alhambra, buscamos cual sería la mejor carta de presentación de las cuevas para deleitarnos con el flamenco gitano. Noche inolvidable de copas, palmas y tacones. Mujeres de fina estampa, bravas en su arte de bailar y penetrante mirada, hacían vibrar las tablas del escenario. Y por casi dos horas nos dimos una dosis de flamenco, que no olvidaremos por mucho tiempo.
De regreso en la ciudad misma nos dimos un festin de helados y tragos, tapas, cervezas y mojitos.
Toda la magia fue completada con una llamada que hice a Venezuela, para celebrar la fiesta de graduación de mi hijita Yohannis, quien culminaba en forma brillante su educación secundaria con apenas quince añitos. Todo estaba en perfecta armonía para que mi felicidad fuera más significativa.
Entrada la madrugada nos despedimos de nuestras anfitrionas, dejé de regalo un libro con bellas fotos de Estocolmo...
El día 31 de Julio, comenzaba el adios a tantos sentimientos encontrados en la calidez de España, quedaban las muchisimas fotos que dejaban constancia del paseo idilico, que perduran en la memoria y que nunca olvidaré.
De madrugada antes de emprender el momento de la despedida volvimos a cobijarnos bajo el manto de las blancas telas para jugar en la desnudez de nuestros cuerpos, haciendo latir a toda prisa nuestros corazones. Quedarían guardados cada instante de nuestro compartir...
En el terminal de buses de Granada se sello un pacto de despedidas, sin lágrimas, solo de agradecimiento por todo lo vivido intensamente en esa semana de vacaciones tan esperada por ambos... Yo me regresaba a Málaga, ella en busca de su equipaje a Sevilla y de ahí a Barcelona y Roma, para nuevamente volar a su Estonia báltica.
Ya en en el nerviosismo propio de los aeropuertos, pude tomar mi libreta de apuntes para escribir mis poemas, para dejar sentadas las bases de las líineas que acabo de escribir y que hoy en la transcripción de mis memorias, mi mente me traiciona y quisiera volver a estar en España o en Estonia, en vano he intentado leer mi correo electrónico, y un sin fin de llamadas perdidas, me han anunciado que nunca más he de saber de la figura rubia, de ojos azules que compartió un sueño, un milagro y que hoy a pesar de mis tardes agónicas de espera, no da señales de vida...
La ilusión se quedo en forma de herida que mana tristeza al saber que ya no existe, que ya no me ama, que ya ha muerto.
Por ello culmino mis letras con este poema que re-escrito una y mil veces dando la vuelta de pensar que algún día vendrá... Para despertar de este tormento de vivir sin ella...
Sus ojos acarician cada uno de mis pasos
caminando sin preocupación
sintiendo los latidos de su corazón.
Que feliz...
no has detenido ni el andar
ni has reparado en el traviezo amor,
que con mi sangre latina,
vertída en tu ser.
Cabalgando una y otra vez
y tu intensa
en los nocturnos quejidos sin fin
en este silencio que ha dejado tu partida.
Fue en Granada, dos rumbos marcaron destinos
fue un abrazo sincero de agradecimiento.
Y el último roce con tu rostro angelical
hoy te busco en las montañas de mi dolor
y en las llamadas sin contestar.
reviso mis fotos y estás ahí...
No obstante,
tu silencio clava fuerte mi vivir
y cada día me muero, sin tí...
Fin